(texto que me mandaron por wsp)
Cristián Labbé Galilea
Los chilenos somos especiales. Aunque suene duro decirlo, tenemos una gran capacidad para: asumir con sosiego la realidad; acostumbrarnos a ella, y; por sobre todo… autoengañarnos. Negamos con cierta irracionalidad la relevancia de evidencias lógicas y contundentes para convencernos de “una verdad” que, además de no ser tal, es capaz de persuadir a los irredentos.
Es lo que nos ocurre en la actualidad: asumimos que tenemos un gobierno incapaz, que nos estamos acostumbrando a sus excentricidades e improvisaciones, y nos convencemos que sólo se trata de desprolijidades, propias de inútiles imberbes.
Tanto así, que poco se dice de su incapacidad para visualizar con realismo lo que hay detrás de los incendios en la zona sur. Tampoco impresionan las declaraciones inocuas que vinculan la tragedia con un mero descuido de los afectados o con la ola de calor y el calentamiento global.
“A contrario sensu”, esta sagaz pluma advierte: las evidencias indican que el país sufre una agresión terrorista sistemática y profunda que busca, no sólo destruir la silvoagricultura en la zona, sino que alcanzar el desmembramiento del territorio nacional, donde no opere el estado de derecho y desde donde puedan dirigir sus intereses revolucionarios.
Dirán que son teorías conspirativas de “unos pocos chiflados” que no asumen que estas catástrofes suceden de tiempo en tiempo y en todas las latitudes -Canadá, Nueva Zelanda-… y que son graves, claro que sí, pero en ningún caso ponen en peligro la seguridad nacional.
¿Es una visión conspirativa el comprobar la intencionalidad, la simultaneidad, la coordinación, la lógica táctica y estratégica con que se suceden dichos ataques? ¿Es conspirativo interpretar las evidencias de individuos prendiendo fuego intencional?... Si interpretar esos hechos como una peligrosa y sistemática agresión, es una chifladura… entonces, ¿qué es negarlos?